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El poder de la proximidad

  De acuerdo con la OMS, seguimos en pandemia por SARS-CoV-2; el virus sigue circulando en el mundo. Aceptar que esto ya no es un fenómeno temporal requiere un profundo replanteo de la forma en la que vivimos y trabajamos.

Si a esto le sumamos la crisis climática, el caos político y la guerra en algunas partes del planeta y la escasez energética, podremos ver que el mundo se ha convertido en un escenario ya no volátil e incierto sino caótico. Para darle sentido y afrontar este nuevo estado de cosas necesitamos contar con nuevas herramientas.

De acuerdo con Jamais Cascio[1], profesor de la Universidad de California, historiador, investigador y miembro del Institute for the Future (institución que ayuda a las organizaciones a planificar el futuro a largo plazo), siempre ha habido incertidumbre y complejidad en el mundo. Y a lo largo de la historia hemos recurrido a diversos sistemas y construcciones culturales para enfrentar el cambio y dominarlo: desde la religión y las instituciones, pasando por las normas y los valores sociales hasta la organización económica y política.

En la década de 1980, durante la Guerra Fría, se creó un modelo designado con el acrónimo VUCA (por las iniciales de Volatility, Uncertainty, Complexity, Ambiguity) que se usaba para describir el mundo de entonces, caracterizado por condiciones complejas, inestables y cambiantes. Este sirvió como plataforma para el desarrollo y la implementación de estrategias en muchas áreas: la gestión de recursos humanos, las finanzas, las operaciones, la tecnología de la información, la ingeniería y la producción, entre otras.

Pero, en la actualidad, este paradigma ya no se adapta a las nuevas condiciones de un mundo que se transforma rápidamente y, en 2018 (anticipándose dos años a la aparición de la pandemia) el propio Jamais Cascio presentó una nueva herramienta bajo el acrónimo BANI, considerado por muchos como el sucesor de VUCA.

BANI ofrece una perspectiva renovada para afrontar esta nueva fase que afecta a todo el mundo y a todas las actividades humanas en todas las áreas. El escenario mundial está cambiando muy rápidamente, especialmente el mundo del trabajo, lo que requiere nuevas formas de mirar la realidad.

Qué es BANI?

BANI es el acrónimo en inglés de fragilidad (Brittle), ansiedad (Anxious), no linealidad (Non-linear) e incomprensibilidad (Incomprehensible). Se trata de una visión orientada a darle sentido a una cantidad de situaciones cada vez más frecuentes en el mundo actual a las que no podemos dar una respuesta adecuada dadas sus características inestables y caóticas.

Fragilidad: los últimos tiempos nos han demostrado que el mundo es más frágil de lo que suponemos; podemos sufrir una pandemia o una guerra en cualquier momento. Según Cascio, la fragilidad suele surgir del afán por maximizar la eficiencia de un sistema para obtener valor (ya sea capital, energía o trabajo). En el actual mundo globalizado estos efectos se amplifican ya que, si una parte falla, el efecto dominó podría arrastrar al resto del conjunto.

Ansiedad: la evidencia de esta fragilidad y la necesidad de tomar decisiones rápidas todo el tiempo provoca ansiedad. En un contexto BANI, la diferencia entre el éxito y el fracaso puede ser el tiempo de respuesta a las contingencias que enfrentamos.

No linealidad: en un entorno no lineal cualquier decisión, por pequeña que sea, puede tener consecuencias incalculables; las causas y efectos no son proporcionales. El Covid-19 y el calentamiento global son una prueba de ello.

Incomprensibilidad: dado que el cerebro humano no evolucionó para pensar en una escala no lineal nos cuesta apreciar este tipo de eventos en su verdadera magnitud. Además, la información adicional no siempre ayuda a la comprensión de los hechos, sino que puede ser contraproducente debido a una sobrecarga de información.

¿Qué pueden hacer las empresas en este nuevo entorno para sobrevivir y prosperar? El concepto BANI no solo nos brinda una explicación consistente de lo que sucede a nuestro alrededor; también resulta útil como punto de partida para reflexionar sobre las oportunidades que aparecen en nuestra nueva normalidad y para explorar algunos caminos alternativos.

Entre los antídotos más efectivos para enfrentar este entorno caótico están las relaciones humanas: la empatía, la resiliencia y una resignificación del propósito corporativo. El futuro del trabajo es incierto pero, para que una organización pueda sobrevivir en este escenario, las personas deben ser la máxima prioridad.

El poder de la proximidad

En tiempos de caos, las personas son especialmente importantes. Los vínculos sociales nos definen y tienen un impacto muy profundo en todas nuestras actividades, especialmente en aquellas que, como el trabajo, requieren un alto nivel de cooperación. Esto nos permite encontrar soluciones creativas y abordar problemas que como individuos aislados no podríamos resolver. Cuando las relaciones personales funcionan –la base para todo tipo de colaboración–, se pueden alcanzar resultados y logros extraordinarios.

Sin embargo, la sensación de soledad y la pérdida de conexión en el lugar de trabajo se han vuelto cada vez más preocupantes, especialmente después de la pandemia. Los trabajadores padecen problemas de salud mental tales como estrés y Burnout, en gran parte debido a la falta de contacto personal.

Uno de los impulsores de nuestra búsqueda de conexiones significativas con otras personas es la necesidad de proximidad, una tendencia humana natural que nos lleva a crear vínculos sociales sólidos y duraderos. Este deseo de proximidad es una respuesta activada por el instinto de supervivencia y reforzada por hormonas tales como la oxitocina que modulan los vínculos sociales a través de la empatía, la confianza, el apego y otras emociones positivas.

El efecto de la proximidad se comenzó a estudiar en 1950 a instancia de las investigaciones de los psicólogos norteamericanos Back, Festinger y Schachter. A través de su trabajo revelaron que cuanto más cerca estamos, más probable es que desarrollemos un vínculo social fuerte. Esto se debe a que la presencia de otras personas dentro del mismo espacio físico (y probablemente virtual) parece aumentar el compromiso con el grupo y la actividad que se desarrolla. En el ámbito de los espacios de trabajo, las consecuencias de la proximidad fueron comprobadas por Thomas J. Allen en 1977 al establecer que cuando los empleados trabajan en lugares separados por más de 30 metros aproximadamente, tienen un contacto diario muy reducido y una comunicación informal menos frecuente[2].

Algo parecido sucede con la frecuencia de nuestros encuentros. A medida que pasa el tiempo, la presencia continuada aumenta los sentimientos de familiaridad reforzando estos vínculos gracias al ‘efecto de mera exposición’[3]. Esto significa que cuanto más a menudo nos encontramos con alguien, más fuerte se volverá ese vínculo generando fuertes lazos personales recíprocos que se extienden a lo largo de múltiples instancias. Esto sucede porque la gente tiende a sentirse más influenciada por las personas con las que se encuentra y habla habitualmente. En los espacios de trabajo, la frecuencia de la comunicación espontánea e informal tiene un gran efecto sobre la solidez de los lazos sociales y laborales, sobre el desempeño de las actividades que las personas realizan juntas y también en las funciones que cumplen.

Todas estas respuestas derivadas de nuestra biología pueden desarrollarse espontáneamente o ser  beneficiadas por las experiencias que vivimos día a día en los entornos de trabajo. De aquí se desprende la enorme importancia de contar con oficinas que promuevan la socialización, la interacción y la colaboración ya que tanto el comportamiento como los procesos de pensamiento se encuentran fuertemente influenciados por las conexiones que establecemos y las redes sociales a las que pertenecemos.

Por todo lo expuesto está claro que hoy, el lugar de trabajo debe ser un ámbito de encuentro para fomentar la proximidad que nos permite conectarnos con colegas, reforzar nuestros vínculos, generar confianza y facilitar la formación de equipos cohesionados y resilientes. Esto es particularmente importante en los actuales equipos de trabajo híbridos ya que, si la cohesión existente es alta, los miembros seguirán comprometidos y motivados a pesar de la distancia física.

Lo que conviene recordar en esta nueva era que nos toca vivir, modelada por fuerzas que aún no llegamos a comprender del todo, es que podemos (y debemos) seguir confiando en la fortaleza que nos brindan los vínculos interpersonales positivos, en el poder de la proximidad y la presencia que generan confianza, alinean los objetivos y nos permiten alcanzar el futuro que deseamos.

 

 

References

  1. CASCIO, J. (2021): “Facing the Age of Chaos”.

2. KIESLER, S. & CUMMINGS, J. N. (2002): “What Do We Know about Proximity and Distance in Work Groups?”.

3. ALLEN, T. J. (1997): “Architecture and communication among product development engineers”.

4. GOOD, C.G.  (2020): “How Propinquity Can Save Your Team Culture”.  Steelcase

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