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La luz interior

La gran mayoría de los seres vivos dependemos de la luz del sol, directa o indirectamente, para garantizar nuestra supervivencia.

Y dado que los humanos estamos adaptados a condiciones diurnas –lo que significa que somos propensos de forma innata a la vigilia durante el día y la somnolencia por la noche–, el desafío desde siempre ha sido contar con una fuente de luz para poder percibir y comprender el entorno, reconocer los potenciales peligros y realizar nuestras actividades diarias.

Con el correr de los siglos y la evolución de la tecnología, la iluminación artificial se transformó en la norma de la vida cotidiana, lo cual representó un cambio trascendental en muchos aspectos. De pronto, tuvimos más tiempo para aquellas actividades que antes estaban limitadas por la luz solar y nos alejamos del ritmo natural que imponían el día y la noche. Esto tuvo consecuencias muy importantes, no solo sobre nuestros hábitos sino también sobre ciertos procesos internos que están condicionados por la luz del sol: algunos ciclos hormonales y los patrones de sueño/vigilia regidos por nuestro reloj biológico. De hecho, algunos investigadores afirman que esto incluye a todos los procesos fisiológicos, los cuales solo podrían desarrollarse correctamente con una exposición adecuada a la luz solar[1].

Pero nuestra independencia de los ciclos naturales de luz y oscuridad ha tenido repercusiones, no solo en términos del costo energético y la huella de carbono que afectan al medio ambiente sino también en nuestro bienestar.

¿De qué manera podemos integrar la luz natural y la iluminación artificial en los edificios en los que trabajamos para crear estrategias capaces de crear entornos más saludables y productivos?

Más que la visión

Los seres humanos dependemos de la visión, confiamos más en la vista que en cualquiera de los otros sentidos y contamos con ella, entre otras cosas, para aprender y para realizar nuestro trabajo; una buena iluminación mejora el confort visual, evita enfermedades prevenibles y mejora la satisfacción y la productividad. Además, en la actualidad, la prevalencia de la vista resulta todavía más evidente gracias al crecimiento de los estímulos audiovisuales mediados por la tecnología.

Pero la luz solar no solo impacta sobre los receptores que se ocupan del tratamiento de la información visual. También cumple un importante papel en la salud y el bienestar a través de su influencia sobre el sistema circadiano (nuestro reloj biológico), modulando el estado de ánimo y la percepción, y facilitando la absorción de sustancias químicas críticas el normal funcionamiento del organismo tales como la vitamina D.

Una característica que distingue a la luz solar es que cambia a lo largo del día y de las estaciones, es dinámica, y su variación de intensidad influye sobre nuestro grado de actividad. Una intensidad de iluminación alta siempre provoca un nivel de excitación más elevado y, por lo tanto, un aumento de la actividad y un mejor estado de ánimo.  Una intensidad baja induce a la relajación y al descanso.

Las investigaciones han demostrado que esta variación de la luz es el factor más importante para mantener estable nuestro ritmo diario natural: debemos estar expuestos a una luz intensa durante el día y dormir en la oscuridad por la noche. Pero como actualmente pasamos gran parte de nuestro tiempo en espacios interiores, muchas personas reciben dosis muy bajas de radiación a lo largo del año. Esta carencia se asocia con una disminución de la salud y el bienestar que puede conducir a una reducción de la calidad del sueño, depresión y falta de energía. En las latitudes donde hay pocas horas de luz durante el período invernal, algunas personas pueden padecer el ‘Trastorno Afectivo Estacional’ (TAE), también conocido como depresión invernal, que por lo general surge en otoño y desaparece en primavera[2].

Estrategias iluminadas

La mayor parte de los espacios están diseñados para satisfacer las necesidades visuales de las personas, pero pocos tienen en cuenta el bienestar físico y mental que proporciona la luz natural.

La luz del sol es la fuente de iluminación ideal: es energéticamente eficiente, no parpadea, es dinámica y tiene un espectro que garantiza una excelente reproducción del color; pero por sobre todas las cosas, nuestro organismo y muchas de sus funciones están perfectamente adaptados a ella. Sin embargo, dado que la iluminación natural no suele ser suficiente dada su continua variabilidad de acuerdo con el clima, la hora del día y el momento del año, es necesario complementarla con iluminación artificial y lograr una buena combinación entre ambas.

Para lograr un máximo aprovechamiento de la luz solar y todos los beneficios que conlleva sobre el bienestar de las personas será importante tener en cuenta algunos de los siguientes factores:

La implantación y orientación del edificio. La implantación condicionará el grado de asoleamiento que recibirá un edificio a través de la fachada en función de su orientación, la distancia a otras construcciones u obstáculos, la topografía del terreno y la presencia de vegetación, entre otros. Además, será importante evaluar la altura del edificio; las plantas más bajas suelen recibir menos luz que las más altas.

La geometría de la planta. La distancia entre el núcleo central y el muro exterior es un factor que juega un papel decisivo en el aprovechamiento de la luz solar. Cuando esta distancia crece excesivamente, las áreas más alejadas del perímetro se ven privadas de los beneficios de la iluminación natural.

→ La fachada. Es uno de los elementos constructivos más importantes para el control térmico y lumínico de los edificios. Algunas soluciones pueden necesitar de grandes aportes energéticos para conseguir buenos niveles de iluminación, por lo que resulta conveniente combinar un buen diseño junto con la elección de los elementos constructivos adecuados.

→ El layout. Algunas estrategias de diseño tales como el uso de frentes vidriados en los espacios cerrados y la utilización de paneles bajos en las estaciones de trabajo (o la ausencia de estos) promueven al máximo el uso de la luz solar. Definir una zonificación que privilegie la iluminación natural ubicando las áreas operativas sobre el perímetro de la planta también representa una excelente estrategia. En las oficinas cerradas o salas de reuniones se pueden implementar algunas soluciones de cerramiento vidriado que permiten el paso de la luz natural sin perder privacidad, con un excelente nivel de transmisión lumínica que puede rondar el 85 por ciento.[3]

→ Iluminación artificial. Cuando sea necesario complementar con iluminación artificial, esta debería ser lo más similar posible a la luz del día. Mientras que la luz natural cambia a lo largo de la jornada y las estaciones proporcionando escenarios diferentes, la luz artificial es estática. Por este motivo –y con el fin de recrear, en la medida de lo posible, las condiciones variables de iluminación que se producen en el entorno natural–, se ha introducido el concepto de iluminación dinámica, un sistema que busca emular las características de la luz natural proporcionando luz fría por la mañana y más cálida por la noche en una transición gradual.

Hay que tener en cuenta que la longitud de onda azul suprime la melatonina, la hormona que induce el sueño nocturno, y que incluso niveles de luz bastante bajos, si tienen un componente azul significativo, pueden causar este efecto con el consiguiente deterioro de la calidad del sueño[4].

También hay que considerar opciones de iluminación personalizada para satisfacer las necesidades individuales y mejorar el confort físico y mental. La necesidad de niveles de luz más altos aumenta con la edad y las personas mayores a menudo necesitan más del doble de luz que los jóvenes para realizar la misma tarea.

En definitiva, existen pruebas suficientes para demostrar que el bienestar en el lugar de trabajo se puede mejorar enormemente proporcionando más acceso a la luz natural. Dado que la mayor parte de las personas realiza su trabajo en horario diurno, parece razonable aprovechar este recurso ilimitado: hace posible la visión, desempeña una importante función biológica y ejerce una influencia muy beneficiosa sobre la salud y el estado de ánimo de las personas.

[1]       DE CARLI, M. et al. (2008): “Review on Visual Comfort in Office Buildings and Influence Of Daylight in Productivity”.

[2]       CHRISTOFFERSEN, J. (2011): “The importance of light to health and well-being”.

[3]       https://www.vasa.com.ar/product/226/

[4]       LITTLEFAIR, P. & TICLEANU, C. (2019): “Lighting for circadian rhythms”.

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